miércoles, 30 de marzo de 2011

Aprender la igualdad

Mucho parece haberse avanzado desde que allá por finales del S.XIX surgiera el movimiento de las sufragistas, que no hacían sino demandar algo fundamental en un estado de derecho. Si bien en los principios básicos establecidos, bien a nivel legal o como declaración de intenciones, parece haberse logrado la igualdad, a la vista de todos los datos, debates y prácticas que hemos desarrollado parece que aún no podemos considerar que exista una situación de igualdad total en la vida cotidiana. El mantenimiento de esta situación no es patrimonio de los hombres y podemos ver todavía muchos casos de mujeres que están interiorizando un pensamiento machista, más fruto de lo cultural que de otras cuestiones.
Son estas variables culturales, educacionales, estos factores sociales, en muchas ocasiones implícitos, inconscientes, aprendidos por simple modelado, los que dificultan en gran medida que logremos o nos acerquemos más rápidamente a una situación de igualdad. Desde luego no se puede concebir este cambio de un día para otro, pues en este proceso se requiere borrar todas estas concepciones, estereotipos y conductas, tratando de explicitarlas, y una vez somos conscientes de ellas poner los medios para cambiarlas. Pero aparte de un cambio personal también debe darse un cambio social, porque si no, nunca se conseguirá el cambio. Por poner un ejemplo, incluso en campos científicos ocurre esto, pues vemos como la teoría heliocéntrica, ya planteada por Aristarco de Samos (310-220 a.C) y formalizada por Nicolás Copérnico (1473-1543 d.C) es considerada herética aún en el S.XVII. Así vemos lo que puede pesar una determinada concepción social como el antropocentrismo, que sitúa al ser humano como medida de todas las cosas y que deriva del teocentrismo. En nuestro caso sería el androcentrismo una de las principales convenciones que superar por marcarnos desde pequeños. Lo único que parece claro que para lograr la igualdad todavía hay que cambiar muchas cosas, empezando por las que llevamos más dentro, replanteando incluso nuestra forma de ser, para después intentar cambiar lo que nos rodea, pues lo creo más difícil al revés. 
Tengo claro que el potencial humano para alcanzar metas, así como para ejercer tareas del tipo que sean no está marcado por el hecho de ser hombre o mujer, pero tanto hombres como mujeres tenemos que superar esas barreras preestablecidas, que siempre han sido así, pero que no tienen por qué ser las mejores para el futuro. Creo también que la igualdad debemos construirla desde la base, desde la educación y desde la militancia personal, pues de nada serviría cambiar unas palabras si al final nuestro comportamiento sigue reproduciendo un sistema tradicional. Es decir, podría pasarme la vida teorizando sobre este tema, pero si a la hora de comportarme o de educar a mis hijos (si los tengo) sigo manteniendo los mismos esquemas y las mismas pautas de educación de mis padres (considerando que ellos han mejorado en este sentido respecto a sus padres), pues tampoco habré avanzado mucho en lo personal.

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